Casi dos horas de sufrimiento, de muchos nervios. El campeón, descolocado por sus propios errores en momentos clave y aturdido por el arrojo y efectividad del rival. De repente, soltó la bomba. Atrapado contra la pared, dio un manotazo al partido y se disparó hacia el éxtasis. Lanzó un arsenal que hizo estallar por los aires el encuentro. A su favor.
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Esta notícia foi originalmente publicada em Bola Amarela:
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Autor: Manuel Ángel Fernández Rigueira