Cuando Carlos Alcaraz tiene la mente y la raqueta afiladas, los partidos dependen de sí mismo. Incluso, aunque menos, contra el número uno mundial, el italiano Jannik Sinner, que le llevó a una sentencia agónica tras los tiras y aflojas continuos por los estados de ánimo del pupilo de Juan Carlos Ferrero, que acabó triunfando a costa del transalpino por tercera vez esta temporada.
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Autor: Manuel Ángel Fernández Rigueira