Verlo para creerlo. El campeón de Roland Garros y Wimbledon. Quince partidos seguidos invicto en Grand Slam. Lloró la plata de los Juegos Olímpicos de París, destrozó la raqueta en su camino a la derrota contra Gael Monfils en Cincinnati. Aquello fue más que una rabieta temporal. Esa frustración denotaba una desazón que se ha confirmado en el US Open.